Al acabar la partida, Karpov dio friamente la mano al campeón Kasparov y desapareció. Kasparov, haciendo gala de ese carácter jovial que le caracteriza - como diría Mikimoto - se puso a dar saltos de alegría entre palmas de los sevillanos. Sí, lo habéis adivinado, a ritmo de sevillanas.
Karpov afirmó al ser entrevistado poco después: "El empate es un regalo para Kasparov, pero son las normas y hay que aceptarlo".
Dejadme poner un apunte poco ajedrecístico. Se está hablando mucho últimamente sobre la inteligencia de Kasparov y sobre su coeficiente intelectual. Pocos días antes de comenzar el Torneo en Sevilla, se reunieron con Kasparov en Bakú (RSS Azerbayan (URSS)) - ciudad de origen del ajedrecista - tres psicólogos contratados por el semanario alemán "Der Spiegel" (el espejo). Le hicieron una batería de pruebas durante varios días.
En el test de Eyseneck consiguió 135 puntos: (50 débil - 100 medio - 200 genial)
En el test de Raven consiguió 123 puntos: (50 débil - 100 medio - 200 genial)
En definitiva, tiene una inteligencia por encima de la media, pero no es "un genio". Los psicólogos sí que destacan que tiene una memoria prodigiosa, y que tiene una metodología de resolución de problemas típicamente de ajedrecista. En las pruebas test prefiere dejar en blanco que "hacer una mala jugada".
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